Es algo que quisiera hacerle entender a sus pacientes. Y los varones casi siempre están felices con la idea. Las mujeres no siempre. Algo bastante parecido observan en sus respectivas prácticas la psicóloga clínica Myralys Calaf, coordinadora de la Clínica de Salud Sexual del Hospital de Veteranos en San Juan, Puerto Rico, el gerontólogo José Rodríguez Gómez y el psicólogo clínico, terapeuta y educador sexual certificado José Pando.
“Tenemos muchos mitos y tabúes en la sexualidad, y en el área de los envejecientes más todavía”, asegura Calaf. Cuando la pareja es homosexual el efecto adverso de los tabúes o juicios sociales pone una presión mayor a la sexualidad, aunque los cambios físicos se repiten.
“Me he encontrado con mucha falta de educación de personas que asumen que después de cumplir cierta edad son asexuales y no es así, la persona tiene derecho a tener una vida sexual. Muchas piensan que sexualidad es tener penetración y la sexualidad es mucho más que eso. Lo que pasa cuando la edad avanza es que hay que volverse más creativo, mientras más creativa se vuelva la pareja y más comunicación tenga, mejor. Muchas veces el tabú se convierte en que las parejas no hablan del tema, y se complica cuando los médicos y profesionales de la salud no hablan del tema”, elabora Pando.
Aponte comparte que en su consultorio “el varón busca ayuda, la mujer por lo regular, no. No sé si sea por el tabú de que la mujer es más recatada en expresarse (sobre esos temas)”, teoriza. Eso sí, revela, cuando las pacientes hablan de su sexualidad hay una queja recurrente: “mi esposo no me motiva, no me lleva”. Por eso a juicio del médico la motivación es clave.
Comunicación mutua
Los entrevistados coinciden en que cuando ambos miembros de una pareja logran comunicarse sus deseos, gustos y necesidades, buscan la ayuda profesional que corresponda y encuentran la motivación necesaria, así como estrategias placenteras para ambos, el disfrute es mutuo. “Hemos tenido experiencias bien bonitas en pacientes adultos (mayores)”, asegura el doctor Aponte.
Explica que en términos médicos, el hombre no debe tener mayores problemas de disminución del deseo sexual o la capacidad de tener una erección a menos que sufra de alguna condición física que interfiera con la respuesta natural, como pueden ser diabetes, hipertensión o desbalance hormonal.
Sin embargo, en el caso de las mujeres a veces el declive en el deseo sexual puede estar asociado al inicio de la menopausia y los cambios hormonales que causa, lo que a su vez provoca resequedad y adelgazamiento del canal vaginal haciendo que la penetración pueda resultar dolorosa. Por eso un buen examen médico que incluya análisis de niveles hormonales tanto a hombres como a mujeres es indispensable.
Según el cuadro de cada persona será el tratamiento, que puede incluir terapia hormonal oral o tópica, es decir, en crema. Esta última suele ser buena opción para las mujeres.
“Para esto el tratamiento número uno es reemplazo hormonal, suplementos de estrógeno tópicos o lubricantes. Son cambios que pasan mucho, pero hay personas que buscan opciones y pueden seguir teniendo relaciones sexuales sin problema”, asegura Calaf. Recomienda también a las mujeres buscar grupos de apoyo, conversar del tema con amigas, liberar sentimientos y compartir estrategias que les hayan funcionado.
Aponte también menciona que aunque las pastillas que facilitan la erección masculina no van dirigidas al tratamiento de las mujeres, “tengo amistades que utilizan las pastillas y según ellas le funcionan”. Recuerda que debe haber una prescripción médica antes, aunque estos medicamentos controlados no suelen cubrirlos los planes médicos.
Calaf enumera otras opciones de tratamiento para casos de disfunción eréctil. “Tenemos desde medicamentos (como pastillas), el ‘vaccum’, inyecciones y supositorios”, indica la doctora en psicología clínica.
Sobre el “vaccum” explica que crea erecciones mecánicamente succionando el pene para llevarle sangre. La erección se mantiene con una anilla que se coloca en la base del pene y puede mantenerse puesta por hasta 30 minutos. Este tratamiento no suele tener efectos secundarios, excepto en personas que tomen anticoagulantes o que tengan incontinencia urinaria.
Las inyecciones, que son otra opción, se aplican directamente al pene y hay quienes las prefieren porque en unos 15 minutos obtienen una erección, mientras que con pastillas hay que esperar entre 60 y 90 minutos para comenzar a buscar el estímulo externo que cause el efecto deseado.
Además, como advierte Calaf, “la pastilla tiende a dar mucho dolor de cabeza, los pone calientes, rojos, puede tener efectos secundarios nasales, hay personas que dicen que ven azul, borroso, que las luces en la noche le molestan, lo que es común, pero no de preocuparse. No las puede usar nadie que tenga condiciones del corazón”. En ocasiones la erección puede prolongarse, lo que se llama priapismo, y en ese caso es necesario procurar ayuda de emergencia antes de transcurridas cuatro horas.
Y finalmente están los supositorios, que se deben insertar en la uretra. Su efecto se verá en unos cinco a diez minutos y la erección puede durar de 30 a 60 minutos. Pero para tener una buena salud sexual nada de esto será suficiente si la relación de pareja no es buena.
El sexo no es todo
¿Cuál es la clave? “Es importante la comunicación en la pareja y ampliar el concepto de lo que es sexualidad. Querer tener una erección a propósito es como querer quedarte dormido a propósito, lo menos que pasa es que te quedas dormido. Es como un autosabotaje”, compara la psicóloga.
“Tienen que hablar con la pareja y entrar a esto con una mentalidad de que van a hacer otras tantas cosas que van a disfrutar también y cuando se quitan eso de la mente aparece la erección”.
Disfrutar de la sexualidad a pesar de la edad es posible. Rodríguez Gómez informa que de los estudios que ha hecho en muchas égidas y en otras subpoblaciones de personas de 65 años o más y entre el 50% y el 60% de esta población está activa sexualmente. “Practican hasta el Kamasutra”, afirma.
“La persona tiene que aceptar ciertos cambios y reajustar sexualidad de forma adaptada a la su realidad, tanto de individuo como de pareja. No es eliminar la sexualidad. A lo mejor deja de haber sexualidad genitalizada, pero surgen aspectos de compañía. Se pueden cambar posiciones, tener sexo menos fuerte, usar lubricantes, pomadas con ciertos elementos como estrógeno, reemplazos hormonales a corto plazo o naturales, sexo sin penetración. Hay que mover la sexualidad de una genitalidad primaria a una sexualidad generalizadas, es tener relaciones con todo el cuerpo, con toda la acción social”, analiza Pando.
– Aurora Rivera Arguinzoni
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